“Me encontraba en la iglesia, y de ahí me dirigí a Cáritas, que se encuentra al lado de la misma. Al ir hacia allí, en el momento de empezar la misa, tropecé con una piedra grande de mármol y se me vino encima. ¿Quién me sacó de allí? Sólo Dios lo sabe. Yo salí de debajo de la piedra, con dos dedos del pie aplastados. Llamé al párroco, me cogió y me sacó fuera. Estuve durante toda la misa esperando y me encomendaba a la Madre Mª Isabel. Después de acabada la misa me llevaron al Hospital. Allí me ingresaron y me dijeron que me iban a amputar los dedos. Yo recordaba unas palabras del Evangelio: “Mi yugo es llevadero y mi carga ligera”. Pasé la primera noche del Hospital rezando y acordándome de cuán iluminadas habían quedado las manos de la Sierva de Dios tras su muerte.
A los dos días de mi ingreso vinieron a verme seis cirujanos a ver si me amputaban los dedos. Finalmente, no amputaron. Estuve dos meses sin poder andar y con un mes de rehabilitación. La médica me ha dicho que ha sido un milagro el que no llegaran a amputar los dedos. Y que me llegara a recuperar. Doy mil gracias a la Madre por haberme ayudado. Rezo su oración para que la gente vaya rezando más, y crea”.
Rosa Miralles. Monforte del Cid.
Año 2009
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“Doy gracias por pedir algo muy importante para mí, y se me ha concedido, por intercesión de Madre Mª Isabel: “Enamorarme de una persona maravillosa y ser correspondida.
Eternamente agradecida. Gracias”.
A.I.
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“La hija de una amiga vino a decirme que su madre se encontraba muy enferma. Tenían que extirparle un riñón a causa de un tumor, que, además, la estaba debilitando mucho. Me pidió que rezara por su madre. El tumor se encontraba al límite de la operación, por lo que tuvieron que acudir a una clínica privada, porque no podía esperar tiempo.
La misma noche que me comunicaron la noticia empecé a rezar una novena a la Madre Mª Isabel. Le extirparon el riñón y la recuperación ha sido muy rápida y muy buena. Yo le dije a la hija de mi amiga que si su madre se recuperaba bien, lo comunicaría como una gracia de la Sierva de Dios”.
Teresa Agulló. Monforte del Cid.
Año 2009
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“Mis queridas MM. Carmelitas Descalzas:
Quiero comunicarles algunos favores que he recibido de la M. Mª Isabel, a la que quiero muchísimo y que me llenan de gozo. Cuando en algún momento presencio en mis hermanas, dada la fragilidad humana, algún pequeño roce o distanciamiento, acudo inmediatamente a ella, tan amante de que “todos sean uno”, y le digo con toda confianza: “Madre Mª Isabel, ¡arréglame esto!”. Después me dirijo a Jesús y le digo: “Por el mucho amor que siempre te tuvo la Madre, ¡escúchala!”. O sea, los pongo en comunicación directa. Ellos saben cuánto me duele, por insignificante que sea este pequeño roce.
Bueno, no hace falta esperar mucho. Inmediatamente veo a estas hermanas cruzándose una mirada de cariño y teniendo algún detalle delicado que me hace estremecer. Aunque gracias a Dios estos roces no se dan con frecuencia, cuando suceden, nunca me falla.
Si cree oportuno publicarlo, puede hacerlo, y si alguien quiere hacer la prueba… Pienso que en este sentido tiene un carisma especial. Un abrazo”.
Una Carmelita Descalza.
Año 2009
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“Doy gracias a Dios públicamente por la intercesión de la Madre Mª Isabel del Amor Misericordioso, a la que encomendé una intención pastoral, que salió muy bien.
Valoro mucho a esta “santita” por su espíritu sobrenatural, su gran docilidad al Espíritu Santo, su humildad y su caridad con todos”.
Gustavo M. Johansson, Sacerdote. Toledo.
Año 2009
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“Hola, soy una devota de la Madre Mª Isabel del Amor Misericordioso. Gracias a su intercesión he obtenido varios favores”.
Toledo.
Año 2009
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“En agradecimiento a una gracia recibida: la aprobación de una oposición. Gracias”.
Anónimo.
Año 2009
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“En agradecimiento a la Madre Mª Isabel del Amor Misericordioso, escribo estas líneas. A todo el que lo lea:
Hola, me llamo Desirée: Mi vida ha sido difícil, fui madre muy joven y, tras mi divorcio, la vida no me ha tratado muy bien.
Soy TCAE (Auxiliar técnico en cuidados de enfermería). Conocí a las hermanas de la Comunidad en mi puesto de trabajo, en el hospital general de Elche. ¿Casualidad o milagro? Justamente conocí a las hermanas un día antes de que se cumpliera mi contrato. Con ellas había comentado lo duro de mi vida. También les comenté que se acababa mi trabajo, y estaba desesperada.
Ellas, con gran cariño, me dieron un recordatorio de la Madre, animándome con gran fe a que le pidiera ayuda.
La verdad, jamás pensé que sus milagros fueran concedidos en tan poco tiempo. Y es que esa misma noche, supliqué a la Madre Mª Isabel del Amor Misericordioso que me llamaran nuevamente para trabajar.
A la mañana siguiente, me llamaron, para cubrir una baja que aún conservo. Lo “raro” de esta situación es que esta baja que me adjudicaron ya estaba cubierta con otra persona, la cual renunció al puesto. Algo inédito en los tiempos que estamos.
Siempre le estaré agradecida. Que Dios nos guíe a todos”.
Mª José Desirée Escudero.
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“Estando mi sobrino, Juan Expósito, desarrollando su vida normal, en el mes de octubre de 2008, cayó enfermo y fue ingresado en el Hospital comarcal Virgen de la Salud, de Elda, donde estuvo hospitalizado 25 días.
Se le diagnosticó unos bultos en el intestino. Teníamos miedo de que fueran malignos. Le hicimos la novena a la Madre Isabel, pidiendo la cura del mismo.
Fue intervenido quirúrgicamente extrayéndole 14 permanente, que los médicos no conseguían cortar. Se soltaron los puntos internos de la operación, por lo que fue preciso una nueva intervención quirúrgica. Ante este cuadro, insistimos en la oración a la Madre Isabel. Mejoró dando posteriormente su alta, y normalización de vida, encontrándose en la actualidad trabajando con total normalidad. Atribuimos su recuperación a la Madre Isabel”.
Santiago Madrid. Matilde Calvo. Petrel.
Enero 2009
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“Me llamó mi prima para comunicarme la muerte de su hermana, por tanto, prima mía también. Además me pidió oraciones por la nuera de su hermana difunta, Su nombre es Mari Loli. Se le detectó un cáncer con sólo unos treinta y pocos años, y con dos hijitos. Fue el caso muy triste y la familia se asustó mucho, pues los médicos dijeron que había que haberle detectado el cáncer un año antes, para empezar el tratamiento. La noticia fue desoladora.
Inmediatamente le di a mi prima, ya que de la enferma no sabía ni la dirección, una estampa con reliquia y oración, recomendándoles que pidieran con fe, devoción y esperanza.
Yo también empecé a pedírselo a nuestra amada Sierva de Dios, con tal confianza, como cuando hablaba con ella. Es el caso que se decidieron a operar (pensando verla invadida y volver a cerrar). Pero… pienso que ahí ha estado la mano Divina con su Providencia y por intercesión y ruegos de nuestra Madre Mª Isabel. Porque lo que sacaron era un tumor corriente y moliente, sin más riesgos. Comentario del cirujano: “Podía haber sido un cáncer, pero no es. Terminó la operación, se recuperó y le dieron el alta, sin aplicarle radioterapia ni quimio. De cáncer ni rastro. ¿Dónde está aquél tan viejo y antiguo y alarmante? ¿No piensan VV.RR. que ha podido ocurrir lo sobrenatural?”
Hna. Rosa María. Cuenca.
Mayo 2009
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“Hoy es 26 de octubre, apenas faltan cuatro días para el 22 aniversario del dies natalis de la sierva de Dios, Madre Mª Isabel del Amor Misericordioso, nuestra Madre. Quizás fuese este día u otro más cercano al momento de su tránsito al cielo cuando ella pronunció esta frase. Sus hijas y sus hijos, pequeños y torpes, no acertábamos a alejarnos de su lado. Había un ambiente de cielo. Los cánticos de sus hijas eran anunciadores de la patria celestial. Servidor estaba presente, como sacerdote, pero no acertaba a balbucir las palabras de la recomendación del alma. Ella nos sonreía a todos. Aceptó la petición de una Fotografía con todos. Y, a continuación, rechazó la propuesta diciendo que parecía una vanidad. Mientras se cantaba: “al cielo sí, un día a verla iré”, todos a nuestro modo, le anunciábamos su partida al cielo. Por fin, me atreví a decírselo claramente: Madre, se va al cielo. ¿Qué es el cielo para Vd.? Sin pensarlo mucho dijo: “el centro del amor, donde siempre se ama”.
Y es verdad. La actividad del cielo, dice San Agustín, es “ver y amar”. Por eso “desaparecerá la fe y la esperanza” dice San Pablo. Sólo quedará el amor. A veces, el recuerdo de mis torpezas y naderías, en las que me paro, me suponen desasosiego. Pienso en lo mal que he cumplido algunos encargos que ella me hizo para esta vida. Yo también le hice para la otra. Y creo merecer algún tirón de orejas. Y me inquieto. Pero pienso que en el otro lado no hay más que amor. Ella me ve desde el centro del amor, donde todo es puro y reina el perdón. Su apellido religioso “Amor Misericordioso”, ha llegado a su plenitud. Y me da paz. La flor pregunta al fruto: ¿dónde estás? Y él contesta: dentro de ti. El cielo no está lejos. Hay que buscar dentro. No se ve. Pero está. Gracias, Madre.”
Rvdo. Sr. D. José Ruiz Costa.
26 de octubre de 2009
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“El primer encuentro con la Madre fue en una visita a Orito, a la Cueva de San Pascual. Tuvimos un tiempo libre y cierta persona del grupo propuso una visita a las Monjas Carmelitas, pues le había hablado D. Diego Hernández de esta Comunidad. Fue como casi un acto de cortesía. ¡Claro, que no sabíamos lo que esta visita iba a suponer en nuestra vida! Sólo diré que en la mía fue providencial y decisiva. Desde el primer momento sentí una fuerte atracción hacia aquello que ella irradiaba y que salía a borbotones por sus ojillos luminosos y su clara y limpia sonrisa. No recuerdo la conversación que tuvimos, pero sí que nos fuimos con gozo y paz. Lo que sí recuerdo perfectamente es que en los días, incluso semanas siguientes, su mirada, “aquello” que yo percibí en ella me seguía, sin yo buscarlo o procurarlo, estaba allí conmigo y me resultaba algo extraño, pero gozoso. Y era como algo muy valioso que Dios a través de ella ponía en mi vida, en mi corazón. Han pasado más de treinta años y cada día valoro más esta gracia de conocer, y más aún ser conocida y amada de esta verdadera Madre, Su mirada me sigue y su sonrisa me anima. La siento cercana en el gozo, y en las grandes dificultades me empuja a seguir adelante confiando y esperando siempre en el Señor. Me transmite su fe y confianza en Dios como dos fuertes pilares capaces de resistir en las tormentas. Intentar no desanimarnos nunca, pues como ella me decía: cuando más cansados, es que estamos más cerca de la fuente, un esfuerzo más (…) y nos saciará y refrescará esa Agua Viva. Para mí fue una gran Madre en el pleno sentido de la palabra (no sólo en el espiritual), incluso en la parte humana y natural. Ella sabía amar al hombre en su totalidad, y se preocupaba con delicadeza del bienestar de sus hijas, pero sin descuidar la parte más importante. Nos llevaba siempre al trato con el Señor y a la santidad en la vida ordinaria, hasta lo más pequeño y cotidiano debía ser impregnado del espíritu evangélico, del espíritu del Señor. Sus palabras calaban en el corazón. Eran palabras de vida, de gracia. Era esa pobre de Yavé que repartía grandes riquezas, todo lo esperaba de Dios, y confiaba en esa chispa de bondad que hay en cada hombre. Tenía un corazón en el que cabíamos todos, y era toda de Dios.
Vivía en la verdad, es decir, según Sta. Teresa, en la humildad. A mi parecer había profundizado hasta sus raíces y se manifestaba por la manera que lo vivía, que en muchas ocasiones era tan sutil y delicada que casi ni te dabas cuenta. Quería pasar sin notoriedad ni protagonismo. De esto fui testigo en varias ocasiones, pero es que además en las almas adornadas de esta virtud de la santa humildad, el Señor les da como un toque o perfume especial y que ella poseía y derramaba a su alrededor con gran generosidad y llegado el momento nos pedía y exigía. Conocía el corazón humano y lo fácil que resulta nuestras salidas de amor propio y decía que el alimento de la humildad eran las humillaciones ofrecidas o sufridas por amor, y nos ayudaban a valorar más esta virtud que tanto agrada a Dios, y el mejor y perfecto ejemplo lo tenemos en nuestra Madre del Cielo, a la cual debemos amar e imitar.
Recuerdo un ejemplo que me puso: cuando Jesús iba montado en el borriquillo, los vivas y aplausos que recibió y cómo la gente ponía los mantos a sus pies para que Él pasara por encima, y la gran torpeza que hubiera cometido el borriquillo si por un momento hubiese podido pensar que todo aquello era por y para él.
La caridad la vivía haciendo honor a su nombre religioso del “Amor Misericordioso”. La derramaba con generosidad, alegría y sencillez, que sólo es posible en alguien que está en continua e íntima unión o comunión con Dios. Era como esa fuentecilla de Amor de aguas límpidas y frescas que fluyen y por donde pasan son un remanso de paz y bienestar para todos los corazones.
Junto a ella, las almas generosas crecían en las virtudes y los tibios o indiferentes notaban “algo especial”, el buen olor del Evangelio (el perfume de Jesús pasando muy cercano) y ese perfume ha quedado grabado en mi espíritu y corazón para siempre. Su ternura sigue presente en mi vida, a ella me agarro en las situaciones difíciles (que a Dios gracias nunca me faltaron), que hacen que uno se tambalee, y con ellas la fe queda como un sinsentido, entonces me envuelve con fuerza su cántico preferido: “Aunque la higuera no echa yemas y las viñas no tienen fruto… yo exultaré con el Señor, me gloriaré en Dios, mi Salvador”. Habacuc. Y su consejo (para mí profético), que María, Nuestra Madre, era una mano firme y segura en mi caminar y sólo Ella me conducía, que siempre debía confiar en su protección y ayuda, en definitiva, en su amor maternal. La Madre Isabel es para mí la caricia de un Dios cercano, aunque habita en una luz inaccesible, tierno y amante, aunque Justo, que camina conmigo y está escondido, pero se siente su Presencia y se revela cómo y cuándo quiere, pero siempre estoy, estamos en su corazón de Padre.
Sus consejos eran verdaderos tesoros de sabiduría divina. En ella el Espíritu Santo soplaba con fuerza: poner amor donde no encuentras, amar a “fondo perdido”; pero que en Dios es de mucha valía y auténtico. Hacer como las abejas que saben sacar y transforman todo en miel, que endulce nuestra vida cristiana de amor a Dios y al prójimo y también llena nuestro corazón de paz y gozo en el Señor.
La Madre era esa pobre de Yavé que todo lo esperaba y confiaba a Él, por lo que recibió y repartió tantas riquezas y bienes a su alrededor, y me refiero a esos bienes a los que se refería Jesús cuando decía: “Dad gratis lo que recibís gratis”, y así supo hacerlo ella, que amaba y vivía en la Verdad, sin artificios, sin doblez, como algo natural en la vida del creyente cristiano. En alguna ocasión, me refirió el elogio que Jesús hizo de Natanael: “He ahí un israelita, en quien no hay engaño ni doblez”. Todo lo que me enseñaba me hacía mucho bien y, si es verdad que las lecturas espirituales nos ayudan, tanto o más lo hacen las almas que, como Madre Isabel, son palabra viva (que vemos y tocamos), que nos hacen comprender que la santidad, vivir lo que Jesús nos dice, es posible, en cada circunstancia de la vida y contando con todas las miserias y calamidades del ser humano. Recibí de ella algunas recomendaciones, como “puntos de apoyo” que ayudan y surgen casi sin buscarlos: “La tristeza es un hálito del infierno”. “Se puede sufrir, pero sin dejarnos arrastrar y hundirnos en la tristeza”. “No dejar que el desaliento y el cansancio nos detengan en el camino, quizás en esos momentos sin saberlo es cuando más cerca estamos de la fuente de Agua Viva que Él nos promete, y bien merece la pena continuar, como bien decía el Apóstol: ‘Sé de quién me he fiado’ y la esperanza (en Él) no defrauda”. “Siempre podemos un poquito más”. “Ser como esponjas empapadas del Amor de Dios, para que todos los que pasan o están a nuestro lado se mojen y participen de Él”. “Trabajar y esforzarnos como si todo dependiera de mí, pero sabiendo que en realidad todo me viene de Él, de su bondad, de su divina Providencia. Esto ayuda y da paz”. “Cada día es algo distinto, nuevo, como una pequeña creación, que Dios nos regala. Vivirlo con ilusión, con entrega a Él y al prójimo, con alegría”.
Era una persona de extrema sencillez y esto no sólo en las formas o maneras del exterior. A mi parecer, esto formaba parte de su propio ser. Vivía a la luz de Dios. Tenía esa caridad que tan bellamente nos describe San Pablo en su carta a los Corintios. Un gran deseo de que los cristianos viviéramos el auténtico amor fraterno, el mandamiento de Jesús “amaos los unos a los otros” (…); y lo procuraba con todas sus fuerzas.
Era profundamente humana y cercana, era universal, de todos y para todos. Imposible resumir en palabras lo que Madre Mª Isabel representó en mi vida. Fue un encuentro parecido al que nos relata San Juan con Jesús (salvando las distancias), no por la hora o el lugar, sino porque me marcó para siempre y así perdura en mi corazón y en mi vida. A través de ella encontré el Evangelio de Jesús hecho vida, algo que en muchos años buscaba y añoraba. Y se me manifestó la entrañable misericordia para con los pobres, los pequeños, los que somos pecadores. El bellísimo canto de María a su prima Isabel me llegó vivo y palpitante a través de Madre Isabel.
Madre Mª Isabel es uno de los mejores regalos de Dios en mi camino por este mundo, la presiento muy cerca para corregirme o animarme. Es la Madre dulce y fuerte que, junto a María, me protege y guía, y con los Tres y María me espera en el umbral de la Casa del Padre”.
Cecilia Vázquez. Petrer (Alicante).
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“Veo con gozo que va adelante la causa de la M. Mª Isabel. Deseo mucho que llegue a los altares y lo pido al Señor. Conservo de ella un recuerdo imborrable. Habitualmente, en mis encuentros con ella en Orito, me parecía tan atenta, delicada, servicial, en una atmósfera sobrehumana, celestial. Destacaba en ella un tono de delicadeza, de amor. Cultivaba la caridad como la niña de sus ojos. Promovía la caridad: el amor de Dios por encima de todo, en una entrega sincera, sin pequeñas escapatorias, cuidadosa de la comunidad, cuya unión y amor cuidaba incansablemente.
Resplandecía en ella una caridad para con todos, que parecía irradiar su persona. Comprendo que a la pregunta del sacerdote respondiera: “El cielo es el centro del amor”, que significaba la realidad suprema de la familia y de la civilización del amor, el foco central del que todo amor y caridad desciende, la infinita suavidad del ser sin egoísmo y del vivir encendido en el amor, envuelto en el amor y amando sin límites desde la entrega al Amor. Parecido a lo que proclamaba San Agustín: “Veremos y amaremos, amaremos y alabaremos, y esto será en el fin, sin fin”.
Si el Carmelo era para M. Mª Isabel un cielo en la tierra en cuanto puede serlo por el amor, allí es el cielo en el cielo: el amor en su fuente y en su cumbre: “el centro del amor”. Este ambiente de cielo pude vivir con ella en nuestra conversación en su última enfermedad. Estaba dando ejercicios a Seminaristas de Alicante cuando me llegó la noticia de su gravedad. Sentí y mostré deseos de poderla visitar. Me indicaron que estaba aletargada y que no conectaba con el exterior. No obstante yo deseaba mucho verla y tenía una viva confianza de si yo fuera, podría conversar con ella. Lo encomendé al Corazón de Jesús. Uno de los ejercitantes me llevó allá en su coche. Entré en clausura y la encontré despejada. Pudimos tener una conversación serena, luminosa.
Refiriéndose a un Niño Jesús, que tenía cerca, me decía que le ayudaba mucho y era su modelo para dejarse hacer todo con sencillez: que le tenían que hacer todo: vestirla, moverla, limpiarla, pero que quería hacerlo dejándose del todo, como niña pequeña, según el modelo de Jesús Niño.
Fue para mí una gracia aquel encuentro con un alma tan privilegiada de Dios.”
Luis María Mendizábal. S.I.
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“EL CIELO ES EL CENTRO DEL AMOR” Porque en el Cielo habita el Amor. Dios es Amor (1ª Jn. 4, 8-16): el Padre se entrega al Hijo y el Hijo al Padre en el Espíritu Santo. Dios es Amor eterno sin principio ni fin. Misterio de eterna entrega, “eterna unidad y eterna trinidad”. La Madre Mª Isabel vive sumergida en el misterio de Dios, Uno y Trino, como inmersa anticipadamente en el Cielo donde habita el Amor porque habita Dios. La única ocupación de la Madre es el Amor y ansía el Cielo donde se alcanza su plenitud. Ella vive abierta al Amor dejándose amar por Dios todo lo que quiere amarle; entregada al Amor, no negándole nada en ofrenda victimal; testigo del Amor con un trato maternal, lleno de caridad exquisita con sus hijas y con cuantos se acercaban a Ella. La Madre Mª Isabel respiraba a Dios. La recuerdo hablando -como transformada- del misterio de la inhabitación trinitaria: Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo en ella; y ella, en Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Diría que su obsesión era vivir adorando el misterio de la Stma. Trinidad, que toda su vida fuese: “Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo”. Palpaba el misterio de Dios: vivir recogida para que la Stma. Trinidad operase libremente en su alma y para que su vida fuese “gloria y alabanza de la Stma. Trinidad”.
Creaba este ambiente en cuantos tuvimos la gracia de acercarnos a ella. Se comprende, aunque faltan palabras para tratar de explicar sus ansias de Cielo como centro del amor intratrinitario que permanece para siempre… “EL CIELO ES EL LUGAR DONDE SIEMPRE SE AMA”. El Cielo es el lugar donde siempre se ama con amor eternamente actual. No ha lugar la fe porque se ve, ya no se cree. No ha lugar la esperanza porque se alcanza la meta absoluta. En el Cielo sólo se ama. El Cielo es eterno. No hay tiempo. Es un eterno presente de indicativo: se ama eternamente. La Madre Mª Isabel anhelaba el Cielo porque quería amar continuamente. Esto no le era posible en este mundo por la debilidad de la naturaleza humana, por la fe que le impedía ver “cara a cara” el misterio de Dios y por la esperanza que la hacía tender hacia el Dios, todavía no poseído definitivamente, pero que anhelaba con todas sus fuerzas. Podemos afirmar que la Madre Mª Isabel vivía en tensión -“tensión de santidad”- por alcanzar la plenitud del Amor, sólo el Amor. Sufría porque deseaba amar siempre, en todo momento, de día y de noche, y esto no era posible en este mundo. Pienso que Dios le concedió una fe transparente que le hacía vislumbrar la sombra de Dios. Igualmente, una esperanza que le inundaba de felicidad interior, a pesar de los dolores físicos, porque sentía cercana la visión de Dios. Por lo tanto, su amor era lo más continuo y cercano posible a la visión beatífica. Es una gracia mística que Dios puede conceder y que no dudo concedió a la Madre. Diría que respiraba a Dios y con Ella, sólo era posible hablar de Dios o con Dios. Por eso, deseaba el Cielo porque “es el lugar donde siempre se ama” y sólo se ama como alabanza eterna de la Stma. Trinidad.
LA VIRGEN MARÍA, EL MODELO. El Carmelo es “la escuela de María”. La Virgen es la Maestra que enseña a vivir sumergido en el misterio de Dios como gloria y alabanza de la Stma. Trinidad. La Madre Mª Isabel aprende de la Virgen cómo hacer de su vida un sí sostenido para Dios, en lo vertical y en lo horizontal. La mejor manera de alabar a Dios es no negarle nada, vivir en exquisita fidelidad.
Carlos Lledó, O.P.
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Con inmensa alegría quiero comunicar a Vuestra Excelencia que este año me ha tocado la gracia de ser capellana suya. Siento muy dentro de mi corazón a Vuestra Excelencia y a toda esa querida Diócesis. Mi cariño brota un poco por la devoción que tengo a la Madre Mª Isabel del Amor Misericordioso del Carmelo de Orito. Ella es para mí una Carmelita que vivió plenamente el carisma de Ntra. Santa Madre, y al mismo tiempo sabía descubrir y adelantar, como saben hacer los santos, los deseos y caminos de que Iglesia que ha marcado Juan Pablo II para este nuevo milenio como ‘espiritualidad de comunión’.
Mª José Teresa de Jesús Eucaristía
a D. Rafael, Obispo de Orihuela-Alicante.
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Yo me pregunto ¿Quién era para mí Madre Isabel? Y me respondo: una santa, una santa, una santa. Es la opinión o certeza que tuve de ella desde que la conocí y que se fue confirmando a medida que la fui tratando. Fueron muchos los encuentros que me permitieron comprobar la talla espiritual y humana de la Madre. Era tal su grandeza de alma, que sin ella darse cuenta, transmitía con su semblante lleno de paz, su mirada luminosa y sus palabras tan acertadas que Dios se servía de ella para hacer visible su santidad. Personalmente cuando salía de la entrevista con ella me decía, ¿qué será el cielo y el encuentro con Jesús?, tal era la irradiación que emanaba de su persona.
Madre Isabel impactaba por su amabilidad, por su constante sonrisa, por su bondad, por su sencillez “carmelitana” que derrochaba con las personas que trataba.”
Madre Natividad Nebreda, Sierva de Jesús.
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“La conocí en el Monasterio de la Virgen de Orito, acompañando por tierras de Alicante a D. Esteban Gobbi, promotor del Movimiento Sacerdotal Mariano, gracias a la gestión de D. Ildefonso Cases, Rector, por aquel entonces del Seminario de Orihuela. A raíz de tal encuentro, La Madre Isabel, Priora, me pidió que predicara unos ejercicios espirituales a la Comunidad. Después tuve ocasión, en varias oportunidades, de dirigirles la palabra; la última, con motivo del traslado del Monasterio a Elche, recién inaugurado. Habiéndola tratado íntimamente, ahora con motivo de la conclusión del proceso diocesano en vistas a su futura canonización, su sucesora en el cargo de Priora, me ha solicitado la presente colaboración para su Revista. Desde el primer momento de conocer a la M. Isabel me di cuenta de que me encontraba delante de una monja carmelita virtuosa y de excepcional personalidad. Al paso del tiempo comprobé y confirmé mi convicción. Fue una de aquellas almas que, por su valer, total entrega y fidelidad absoluta, el Espíritu Santo la dirigió de un modo directo, otorgándole gracias místicas elevadas que ella tenía la habilidad de esconder y sólo comunicaba sus frutos veladamente, con responsabilidad de fundadora de nuevo cuño y educadora de la espiritualidad teresiana, en los primeros tiempos de la crisis eclesial postconciliar.
Originariamente entró Carmelita en un Monasterio que creyó oportuno adaptarse a un nuevo estilo de vida. M. Isabel, en su interior, no podía conformarse a tal estilo, pero tampoco en aquellas circunstancias podía imponerse. Sufriendo en lo más profundo de su conciencia, el Espíritu Santo forjó su heroico temple, y la Providencia, a semejanza de Moisés que le señaló a Josué como sucesor, puso a su lado a la incondicional Hermana Elena. En riguroso sigilo, al paso de algunos meses, se unieron otras. Y llegado el momento oportuno, expuso al Obispo de Orihuela-Alicante, Dr. D. Pablo Barrachina y Estevan la necesidad de abandonar su Comunidad y establecerse donde fuere, aunque con pocas religiosas. El Prelado les abrió las puertas de Santuario de Ntra. Señora de Orito, con su adjunto convento, en el que había residido San Pascual Bailón. Las fundadoras, que fueron allí sólo con lo puesto y poca cosa más, iniciaron de cero la nueva vida. Con la M. Isabel, además de Hna. Mª Elena, cabe mencionar a las Hnas. Antonia, Ana Mª y Concepción.
Aquella minicomunidad formaba un núcleo compacto de religiosas con anhelo auténtico de santidad. Eran seis en principio. La fundación tuvo lugar el 24 de agosto de 1973. Pasaron los años, aumentó aquella comunidad perseverando con el mismo espíritu, según el carisma de la M. Isabel y, en la misma fecha, 22 años después, se hizo el traslado definitivo del Monasterio al campo de Elche, siendo Obispo, el Dr. D. Francisco Álvarez Martínez. Entonces la Madre fundadora había fallecido ya. La impresión que tuve al predicar el primer triduo en el recién inaugurado Monasterio fue que su Comunidad formaba una auténtica escuela de espiritualidad, con un elevado deseo de perfección, conforme al ideal propuesto por el Concilio Vaticano II, y fiel al carisma de la M. Isabel. Allí estaba el dedo de Dios.
Toda causa de canonización se inicia por un riguroso proceso diocesano que recoge toda la documentación y datos exhaustivos de la persona, comprobando sus virtudes en grado heroico. Concluido se traspasa a la Santa Sede y, con su aceptación, se concede el título de venerable. A mi aire y con una finalidad simplemente informativa a los lectores, enumero un simple elenco, describiendo sus virtudes, una a una con un simbólico calificativo: Fe capaz de atravesar montañas. Esperanza de alto vuelo, con los ojos frente al sol. Caridad de llama pura. Prudencia, obrando lo mejor en cada momento. Justicia, al valorar el quehacer de las personas. Fortaleza, como la torre de un castillo. Templanza, con un total dominio de sí misma. Pobreza, como la de la Sagrada Familia. Castidad angelical de alas grandes. Obediencia a la ignaciana. Bondad blanca como la nieve recién caída. Humildad abismal. Generosidad, como los campos de Castilla. Observancia, según Santa Teresa. Piedad que transparentaba su interior. Abnegación constante, sin aparentarlo. Trato humano de natural afectividad. Modestia como la de una oculta violeta. Sinceridad transparente. Paciencia igual a un yunque a golpe de martillo. Ejemplaridad, su constante predicación. Penitencia que restauraba las imperfecciones. Discreción de finísimo olfato. Laboriosidad incansable. Fidelidad, el ingrediente de todas las virtudes. Resumiendo, su persona, revestida con la túnica de la infancia espiritual evangélica, olía a nardo en la Iglesia”.
Mosén Eduardo Vivas. La Junquera.
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“Recuerdo de ella su bondad, su dulzura, su sonrisa angelical, su paz, toda ella estaba llena en definitiva, su gran amor a Dios y a todas las personas. Con su mirada nos cautivaba, con su sonrisa nos transmitía paz y amor y con sus palabras nos calentaba el corazón para amar a Dios y a los demás.
Recuerdo los retiros que teníamos una vez al mes en el convento de Orito, cómo transmitía la vida cristiana a las almas, con qué amor y confianza hablaba de dejarnos en las manos de Dios y cómo Él nos quiere dando su Vida por todos nosotros. Recuerdo la paciencia que tuvo con mi padre cuando, porque fuera a ver a mi hermana [Carmelita Descalza en este convento de Orito], tenía que entrar al jardín a plantar algún árbol o espinacas y calabazas. Era eso gracioso, pero mi padre se salía lleno de satisfacción por haber hablado con la Madre Isabel y por haber visto a su hija Generosa. Es muy grande el recuerdo de su persona y de su amor, por eso pido al Señor que pronto la suban a los altares”.
Paquita Ruano Bañón. Villena.
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“Hola me llamo Beatriz Gugel Sáez y tengo 9 años. Conocí a la M. Mª Isabel porque una vez no me podía dormir, aunque nunca me puedo dormir, pero esa vez sí que por mucho que hiciera no dormía, así que mi madre me dijo que rezara a la M. Mª Isabel, yo le recé para que me ayudara a dormir. Al día siguiente pensé que la M. Mª Isabel me había ayudado a dormir así que le rezaré siempre. Estos deseos lo pidieron mi madre y mi abuela antes de que yo la conociera: una vez me puse muy enferma y me ingresaron en la U.V.I., no sabían lo que tenía y dijeron que me tenían que operar si me ponía más veces enferma, pero gracias a que rezaron por mí a la M. Mª Isabel y no me han operado todavía, no ha hecho ninguna falta. Yo siempre rezo antes de dormir y le rezo a la M. Mª Isabel que me ayude a ser mejor, que me ayude a dormir, que ayude a la gente… y creo que me lo concede. ¡Ah!, soy diabética y siempre llevo a la M. Mª Isabel en mi estuchito, la llevo en foto con un trocito de tela suya, me ayuda mucho. ¡RECEMOS POR LA MADRE MARÍA ISABEL!
Beatriz Gugel Sáez. Valencia.
Febrero 2009
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“… Le suplico poner esta foto en la tumba de nuestra querida santita Madre Isabel, para que ella desde el Cielo nos ayude”.
Carmelitas Descalzas. Cobán, Guatemala.
7 de mayo de 2009
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“… les agradecemos de corazón tantas delicadezas como tienen con nosotras, enviándonos todo lo concerniente a esas venerables Madres que se nos fueron al Cielo; las dos santas, sin duda, aunque personalmente admiro más a M. Mª Isabel, quizá por conocerla más. ¡Cuánto deseo verla en los altares! Esperemos que pronto llegará ese día”.
Carmelitas Descalzas. Beas de Segura.
2 de agosto de 2009
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“… deseamos ver en los altares un alma tan santa”.
Carmelitas Descalzas. Caudiel.
27 de octubre de 2009
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“… agradecer a la Comunidad por la caridad de enviarnos lo de nuestra querida M. Mª Isabel del Amor Misericordioso. Nos hace mucho provecho a todas, a las profesas, a las novicias y a las aspirantes, a todas llega para leer en su momento oportuno. Por una Hermana que anda mal de salud, la Comunidad hizo una novena fervorosa. Y felizmente, gracias a la intercesión de la Madre, se va superando y muchas otras necesidades las vamos encomendando a ella”.
Carmelitas Descalzas. Callao, Perú.
Adviento 2009
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“Cuánto bien nos ha hecho todo lo que hemos recibido de M. Mª Isabel…mucho le agradecemos, Madre, cuanto nos envían de M. Isabel. Cuánto bien hacen a la propia Comunidad, a todas las demás y a toda la Iglesia estas vidas tan santas. Nos encomendamos mucho a ella. También nos manda cositas de ella de vez en cuando D. Rafael Palmero, Obispo de ahí”.
Carmelitas Descalzas. Talavera de la Reina.
Adviento 2009
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“… de todo corazón les agradecemos su felicitación y el libro tan ideal de la vida tan edificante de la M. Mª Isabel. Es que además irradia algo tan de Dios su sonrisa que sólo con mirarla hace bien. Que Dios se lo pague. ¡Qué grande es el Carmelo que da almas así a la Iglesia!”.
Carmelitas Descalzas. San Calixto.
Navidad 2009
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“… ella sé cierto que atiende mi oración”.
Hna. Mª Inés de la Eucaristía. Villanueva de la Jara.
Navidad 2009.
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“… que el Niño Dios les conceda muchos dones y ayudas al convento y si es su voluntad, que el próximo año avance el proceso de canonización de mi tía, la Madre Isabel”.
Srta. Mª del Castillo Calatayud (sobrina carnal de la S.D.).
Navidad 2009
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